El “Quer”
Josep Maria Fonollosa
Conservo todavía un nítido y a la vez amargo recuerdo de mi paso por el colegio San Luis Gonzaga. Los diez años que permanecí en él, me ayudan a mantener fresca su imagen, así como a evocar, con relativa facilidad, toda una serie de vivencias y sentimientos que experimenté, la mayoría tristes -otros no tanto- durante esta dilatada e intensa etapa de mi vida escolar. El colegio en cuestión, por llamarlo de alguna manera, se encontraba en el barcelonés barrio de Gracia, concretamente, en la calle Buenavista nº 4. El perfil arquitectónico lo formaba una planta baja, lugar en el que también estaba el patio, un sótano y dos plantas en alzado, donde se distribuían las distintas aulas. Era un centro privado habilitado, que no homologado,- lo que nos hubiese evitado acudir al “matadero” del Ausias March- y, junto a los colegios Bruniquer y Pedagogium San Fernando, formaban un “holding” de escuelas, propiedad de la familia Quer, prestigiosa dinastía de docentes y educadores encuadrados dentro de la corriente pedagógica de la Escuela Activa o Educación Nueva, seguidores de Montessori, Decroly, Cousinet y Freinet -cualquier exalumno captará la ironía-. Se trataba de un centro exclusivo para chicos aunque posteriormente tuvimos ocasión de ver alguna falda: sirvan de ejemplo la Clara Quer, la Ballester y alguna más. A él tenían acceso, preferentemente, alumnos de familias de clase media y media-baja, entre los que yo me encontraba y que, con grandes esfuerzos, hacían frente al recibo de, aproximadamente, unas cinco mil pesetas al mes. Lo peor de todo es que nuestras familias se sacrificaban creyendo que sus hijos iban a un buen colegio y que, en definitiva, también recibían un buena educación. La cruda realidad llegaba cuando debíamos afrontar los exámenes finales en el Instituto Ausias March.
En este primer capítulo me centraré en quizás, la persona más siniestra y perversa que me he encontrado en un centro escolar: “el Quer” –después del paso de este renglón y medio, su recuerdo me obliga a quitar el “quizás”- La jornada comenzaba a las nueve de la mañana y antes de subir a las aulas debíamos formar por cursos y en hileras en el patio. Este acto, indefectiblemente, era conducido por el director del centro, el Sr. Quer, para más señas, Vicente Quer Claret, personaje ya calificado y, particularmente peligroso por una natural agresividad, seguramente no reprimida jamás, de quien se decía que había acabado magisterio a los treinta años –dato no confirmado, el de que acabó los estudios--. Por cierto, titulación que no le permitía firmar actas oficiales, cuestión que debía despachar el Sr. Velasco (José Velasco Crivillé) a quien una vez le vi una tarjeta de presentación con el título de “Director técnico” que, realmente, lo explicaba todo. De altura considerable, tez rojiza –que en algunos casos en los que la ira se adueñaba de él, se tornaba granate- y casi barbilampiña, con unos ojos saltones, fuera de órbita,
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que destacaban por asomar dos segundos antes que su prominente nariz, de poco pelo –poseía desde muy joven dos imponentes entradas- , siempre lo recuerdo canoso y con una amplia y alargada colleja. No obstante, sobre todo, destacaba por sus dos principios pedagógicos que siempre acompañaban sus actividades formativas: dos manos como dos raquetas de tenis. Para dirigir la formación de la entrada al colegio, solía situarse en una amplia ventana, situada entre la primera y la segunda planta -según la época del año detrás de unas gafas de sol- , desde donde daba las órdenes oportunas para organizar la formación. El acto comenzaba con unas enérgicas palmadas seguidas del grito marcial – que posteriormente lo volví a oír durante el servicio militar- “a cubrirse ya”. Al mismo tiempo, a pie de patio, nos podíamos encontrar al Sr. Saludes (Antonio Saludes) el “salsas” o al Sr. Martorell, el profesor de gimnasia –casi siempre comiendo o fumando en pipa- quienes, sobre todo el primero, imponían orden sobre el terreno, en las formaciones y vigilaban que las filas estuvieran rectas, los brazos –el izquierdo- bien erguidos, sin apoyarse en el de delante –“sólo con las yemas”, decían- y de que hubiera silencio. Este momento no marcaba, solamente, el inicio de las “actividades formativas”, sino que era el comienzo de esa sensación de miedo en la que, sobre todo, estaba presente lo que la psicología conductista ha llamado “evitar el castigo” –físico o psíquico- y que iba a perdurar hasta la hora de salida a las seis de la tarde. El director y sus acólitos, pues, eran los primeros personajes de quienes tenías que protegerte, ya que era práctica habitual empezar a castigar desde primera hora de la mañana. Si no se alcanzaba el silencio deseado nos hacían permanecer con el brazo extendido durante varios minutos hasta que su piadosa voz pronunciaba el esperado “descanso ya”. Ciertamente, analizando su comportamiento, con la perspectiva que ofrece el paso del tiempo, podríamos calificar su comportamiento, sus modos, maneras de actuar e, incluso, su estética, como las de un auténtico “césar” , “fhurer” o caudillo -queda claro que ahora no lo estoy calificando: lo estoy describiendo-. Una vez asistimos a, quizás al hecho más lamentable y penoso de este “iluminado” y frustrado púgil, -resulta difícil evaluar, por la cantidad de acontecimientos de esta índole, qué ha sido lo peor que se ha visto en este centro-: se trata de la paliza que le propinó al Navarro, aquel chico alto de pelo lacio y largo, con un flequillo que acostumbraba a reposar sobre sus gafas y que, debido a su trabajo, –era vendedor en una tienda de trajes, Leone?, de la Travesera de Gracia- ,siempre iba muy bien vestido. Lo corrió a golpes desde un extremo del patio al otro. En ese desigual combate, todo valía: patadas, bofetadas, puñetazos, etc. y el pobre Navarro, como un muñeco de trapo, iba dando piruetas “semi-cayéndose”, incorporándose, cubriéndose la cabeza y, como un experto malabarista, tratando de alcanzar las gafas que saltaban por los aires detrás de cada embestida de “búfalo Quer”. Normalmente, esta bestia, no se empleaba tan a fondo y, para la corta distancia usaba
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otras técnicas menos enérgicas pero también muy contundentes: tirones de orejas, de patillas y simples bofetadas que, no obstante, ejecutaba con cierta sofisticación y, no menos destreza, –los “carquiñoles” y las collejas- eran la especialidad del “salsas”-. La bofetada, cuya descripción me resulta fácil recordar ya que alguna vez la probé de manera gratuita, se ejecutaba en dos tiempos bien diferenciados: en la primera parte, que solía ir acompañada de un sermón a gritos –era corto ya que su ira le imbuía rápidamente el ansia de empezar a golpear- recriminatorio y, a la vez pseudojustificante de la inminente agresión. El “killer” pellizcaba la mejilla, cogiendo la “galta”, con sus dedos pulgar e índice –la yema del pulgar y la parte media del índice, para abarcar más masa- y a modo de masaje, rotaba y rotaba la, ya dolorida mejilla, retorciéndola, a la vez que te iba acercando y colocando en una posición –distancia y orientación- que le permitiera asestar la segunda y definitiva fase del bofetón que, eso sí, con la mano abierta, ejecutaba con gran maestría y contundencia. En algunos casos, se comentaba, que durante el masaje previo facial había levantado al desgraciado de turno unos centímetros del suelo -tirando de las patillas lo había conseguido- lo que, en ese caso, el remate final, empalmando, se incrementaba considerablemente el impacto, por efecto de la ley de la gravedad. Cuando estaba animado y gracias a un estricto sentido estético de la “simetría cromática”, repetía la operación pero en lado contrario, para igualar el color de las mejillas. Ciertamente, recuerdo perfectamente, ver los dedos, literalmente marcados, en la cara de alguno de esos pobres diablos o, quizás, mirándome al espejo. Lo peor de todo y que, además, impide argumentar el eximente del calentón, es que si lograbas esquivar la ostia o te cubrías con los brazos, “búfalo Quer” aún se enfurecía más y no paraba, ahora ya con mayor brusquedad y energía, hasta alcanzar su objetivo: golpear la cabeza del alumno.
Para ser justos y rigurosos del todo, al menos así lo noté yo alguna vez, después de estas palizas se apreciaba en la bestia un atisbo de ternura o quizás pena, hacia el agredido. Ahora bien, en ningún caso debería interpretarse como un sentimiento profundo de arrepentimiento guiado por la trascendencia de un valor ético o de, simplemente, caridad cristiana –a Dios rogando y con el mazo dando-, ni mucho menos, se trataba de una terapia, de índole psicológico, para superar ese malestar superfluo y esa ira que lo envolvía y que, hasta cierto punto, le producía una manifiesta incomodidad.
Evidentemente ahora se entiende lo de Escuela Activa y vaya si era activa la escuela: había activad repartiendo bofetadas a diestro y siniestro y activad, también para esquivarlas y evitarlas.
Finalmente, después de muchos años asumiendo el rol del director, decidió también dedicarse a la docencia. Como su titulación le impedía hacerlo de manera oficial se inventó la asignatura de Dibujo Lineal en 3º y 4º de bachillerato. La idea no era mala del todo, pues realmente se trataba
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de un buen aprendizaje previo para afrontar la asignatura oficial en 5º de bachiller (la oficial se impartía en 5º y no recuerdo si también en 6º) que, dicho se de paso, era un hueso. Lo más sustancial y, a la vez, pintoresco de su actividad docente se centraba en la manera de corregir, evaluar y programar las actividades de recuperación. Uno acudía a la mesa del profesor con la lámina, normalmente acabada en casa y en la que, por que no decirlo, alguna imprecisión se podía encontrar – el tiralíneas era muy duro y los rotrings muy caros-, se la mostraba al artista para que se iniciara el protocolario ritual: la corrección se basaba en marcar con un bolígrafo en la lamina las incorrecciones apreciadas –en algunas ocasiones sacaba las escuadras, reglas, cartabones y el compás para hacer alguna indicación-, la evaluación, normalmente, cuando así lo consideraba oportuno, consistía en perforar con el mismo bolígrafo la lámina para pasar, inmediatamente, a explicar las actividades de recuperación: repite. Hubo algún descarado y, a la vez, valiente, que con gran habilidad fue capaz de borrar las marcas y recomponer el agujero de la evaluación –con celo en la parte posterior- y volver a presentarla obteniendo en esta segunda vez la aprobación del ilustrado Sr. Quer.
En fin, hasta aquí mi homenaje al ínclito director del colegio San Luis Gonzaga, Vicente Quer Claret: un paradigma ético de comportamiento y de deontología docente, para esta época postmoderna en la que los grandes valores, aquellos que han de servir como referentes para conducir a nuestra juventud, están en crisis.
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Meravellós relat, excel·lentment narrat.
ResponEliminaAlgun estudiós de la literatura espanyola de la postguerra podria pensar que és una novel·la de Cela en la línia de "La familia de Pascual Duarte", relat que vaig llegir en fer COU i que em va impactar notablement per la seva cruesa.Ja li diem que no, que això forma part de la crònica negra de la pedagogia espanyola del moment i que "cualquier parecido con la realidad no es casualidad"
Carles Bort
excelente me ha encantado tu forma de describir nuestra infancia me he visto reflejado en el esta escrito con gran maestria
ResponEliminacualquiera diria que de joven fuista al mejor colegio del mundo jejejej
un abrazo
Caram quina crònica. Vaig veure per casualitat el blog i em va rememorar els 11 anys que vaig estar allà. Des el parvulari fins a 6è. Ja no podia ser mes.
ResponEliminaEm sonen els cognoms Fonollosa i també Guitart. També a segons quines fotos he vist a l'Isidre Comellas. Ell va anar amb el meu germà que és 7 anys menor que jo. Per tant teniu de ser un curs entremig. Si mal no recordo jo vaig plegar al curs 1970-71. Si sabés com també podria penjar una foto del 6è de batxillerat,
Tinc contacte amb quasi be tothom de la meva fornada, afortunadament. Desprès vaig estar incular 5 anys mes al club de bàsquet on jugaven alguns dels meus companys.
El meu germà Carles també té contacte amb companys de la seva promoció.
Del professorat sospito que ha mort quasi be tothom. El darrer que vaig saber i que a aquest blog no ho he vist reflectit ha estat precisament en Vicenç Quer, que va morir a Girona el passat 22 de setembre. En canvi si que viu al seu domicili del carrer Gran la seva germanastre, la Rosa Maria, que havia estat la meva primera "seño" a pàrvuls. Quasi 40 anys...
hola soy felix martinez y fui a este colegio desde el año 1967/1972 aprox. conoci al director sr Quer. al sr Saludes Sr Moreno y mis compañeros fueron entre otros que recuerte Isidre Comellas Jose Romo Paz, Amalio Martnez Martinez, Jose Juan Soler , Manel Mas Gran, Miguel Angel Medina Molina, jose saez,javier lopez berlanga,...
ResponEliminame hs emocionado edta descripcion fel colegio por su veracidad por lo qur fecilito al autor si alguno de los citados me recuerda mi correo es fmcervello@hotmail.com me encantaria hablar con ellos y recordar aquella epoca un saludo y mis felicitaciones al autor.
Crónica de un tiempo real, verídico, en el que la dudosa interpretación de la religión y fe cristiana, fuimos formados . Contrariamente a lo que era de esperar, las vivencias nos curtieron con un carácter muy crítico hacia lo que ellos representaban y querían hacerte creer mediante intimidación, represión y la sinrazón. Excelente visión de un tiempo que no llenó nunca de orgullo a ningún alumno.
ResponEliminaHola Josep M.
ResponEliminaSoy Carlos Soler, por una casualidad, después de seis años, he llegado a leer tu comentario 'El Quer'
Yo también fui alumno del San Luís. Para que me ubiques te diré que actualmente tengo 67 años
y en aquella época, aquel pobre hombre (no encuentro otra calificación) estaba allí sin ocupación aparente y por lo que contáis deduzco que aprendiendo a ser 'director'
En aquellos momentos la dirección la ostentaba su padre el sr. Fernando, ya mayor.
Aunque mi memoria ya me traiciona, puedo recordar que en mi último año allí se casó, parece que con una prima, y de regalo familiar tuvo un coche 'biscuter'
También creo recordar a dos profesores, los hermanos Velasco, uno seguro daba clases de matemáticas y el otro quizás de física.
El motivo de este escrito es que yo también fui un 'Navarro'
Pero el lugar de la paliza fue la biblioteca, que en aquellos días estaba a la derecha de la entrada (a la izquierda había el despacho del director).
Dado mi estado que saltaba a simple vista, mi madre me llevó al dispensario (parecidos a los CAP de ahora) por allá en la Pl. Rius I Taulet.
Entre varias contusiones más o menos severas, se diagnosticó la fractura de una costilla flotante.
Al día siguiente con mis padres tuvimos una entrevista inicialmente con su padre, después se le llamó a él.
Abreviaré diciéndote que aunque al principio intentó escabullirse, acabó llorando, él, 'todo un hombretón' y es que yo no había sido el único en 'visitar' la biblioteca.
No sé a qué pactos llegaron mis padres con el director. Yo acabé el curso en 'Bruniquer' y el Quer, según dijeron, ya no volvió por el colegio. Aunque por lo que contáis, veo que acabó siendo el director para desgracia de todos vosotros. También pienso en su pobre esposa e hijos, si los tuvo.
He leído que falleció en Girona en septiembre del 2009.
Si hay Dios, espero le haya perdonado su proceder, de persona anormal.
Para acabar, decir que de los años que permanecí en el colegio, excepto el último en que llego él, guardo un buen recuerdo en general, tanto lectivo como del profesorado y compañeros de estudios. Supongo que con su dirección todo cambió...
Con ello, espero dar un poco más de información sobre lo
expuesto.
Un saludo.
C. Soler
Hola Carlos, te felicito por tu narración, la verdad es que me has hecho recordar tiempos muy lejanos que ya no recuerdo en detalle, pero si que es verdad que me suena el nombre del Sr. Quer, aunque no recuerdo lo de las palizas, quizás porque era el padre el que gestionaba el Centro.
ResponEliminaYo ahora tengo 71 años, por lo que creo que coincidimos en edad. quizás estuvimos en la misma clase.
Yo no recuerdo tu apellido pero si los de Almudevar, per era de religión protestante y se las hicieron pasar canutas, Aparicio..etc.
Mi contacto es conte.toni@gmail.com por si te apetece recordar alguna otra vivencia.
Un saludo cordial
Toni
Vaig fer el primer curs de batxillerat a aquesta escola (any 1964 crec). Recordo poc, un company Diego Chica i un altre de cognom Romans. El que més recordo molt bé és la mirada d'odi del Quer quan em va donar una bufetada (encara no sé per quina raó).
ResponEliminaEl Saludes pegava al cap amb el seu anell.
Només recordo un profe bona persona que donava geografia.
Excel·lent article!
Horrible, no se com encara estem tan bé... Gracies Josep Maria
ResponEliminaYo también estudié allí, soy Alejandro de Sokolow Casanovas. Solamente se salvaba el profesor de gimnasia, recuerdo que nos daba unos papelitos que eran puntos y a final del año ganaba quién más puntos tenía, pero también fui víctima de las colosales hostias del señor Quer.
ResponElimina